Analogía del bambú japonés

Uno de las preguntas más habituales en mi consulta, (y me atrevería a decir que en cualquier consulta Quiropráctica), es querer saber cuándo va a desparecer el dolor que se tiene, o cuándo se empezará a notar algún cambio en el cuerpo. Yo siempre suelo responder a estas preguntas con alguna analogía porque es mucho más sencillo de entender, y clarifica muchas dudas. Aquí va una de mis analogías favoritas, que es la analogía del bambú japonés.

Cuando se planta la semilla de bambú japonés, no se experimenta un brote inmediato, ni siquiera en las semanas siguientes. No importa cuánto la riegues, fertilices o cuides, el bambú no muestra signos de crecimiento durante ese año, ni siquiera en el próximo. Sorprendentemente, el bambú requiere aproximadamente siete años de atención constante antes de emerger a la superficie. Este prolongado período de gestación podría llevar a un cultivador inexperto a pensar que la semilla ha perecido, que carece de fertilidad o que los cuidados iniciales no han sido suficientes.

Tras transcurrir esos siete años, finalmente sale un pequeño brote, y lo asombroso es que, a partir de ese momento, su crecimiento es ininterrumpido. En apenas seis semanas, alcanza alturas impresionantes, llegando a medir hasta 30 metros. Si hacemos cálculos, este crecimiento se traduce en aproximadamente unos 70 o 80 centímetros por día.

¿Qué sucedió durante los primeros siete años, cuando aparentemente nada estaba ocurriendo? Gracias a la dedicación constante proporcionada durante ese periodo, el bambú estaba ocupado generando y fortaleciendo sus raíces, acumulando la energía necesaria para su crecimiento y preparándose para emerger a la superficie en una condición saludable y robusta.

Personalmente, yo considero que nuestro cuerpo es como el bambú japonés. Evidentemente no vamos a necesitar siete años para empezar a notar algún cambio en nuestro cuerpo, pero por mucho que no estemos sintiendo nada, esto no significa que el proceso no haya empezado. Como siempre digo, el cuerpo es sabio y nunca vamos a saber por donde ha empezado a repararse. Recuerda, que si estamos haciéndolo todo bien, necesitamos tiempo para ver resultados. Habrá un momento, que de la noche a la mañana, conseguiremos aliviar, evitar o quitar el dolor. Sólo nos queda confiar, seguir cuidándonos y esperar a que el brote del bienestar salga de nuestro cuerpo.

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Con mucho cariño
David Arasa

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